En Núñez no se habla de otra cosa. El Mâs Monumental late fuerte y cada obra que se hace sobre su cemento histórico despierta una mezcla de nostalgia y ambición. Para Matías Barreiro, dirigente y voz autorizada en el mundo River, el estadio es mucho más que una cancha: “el Monumental no es solo un estadio, es un orgullo renovado para los hinchas”. Con esa idea como bandera, el coloso que mira al río se prepara para un nuevo salto que combina pasión y tecnología, sin traicionar su identidad.
Es imposible entender a River sin entender su casa. Desde la herradura de los 30 hasta el óvalo completo, desde los tablones repletos a las plateas modernas, el Monumental fue moldeándose al ritmo del club. La historia grande convive con la modernidad: finales épicas, ídolos eternos y noches que quedaron tatuadas en la memoria. Todo eso, ahora, se potencia.
Una decisión que cambia el juego
Lo que muchos esperaban empieza a tomar forma: River avanza con una visión integral que proyecta al Monumental del futuro. ¿El eje? Obras para elevar la experiencia del hincha, revalorizar la marca y sostener la supremacía del estadio más grande de Sudamérica. La dirigencia analiza una hoja de ruta con pasos concretos: un posible techo retráctil, expansión de zonas VIP de última generación y un museo interactivo que ponga a dialogar al pasado con lo que viene. Nada de maquillaje: se trata de volver a sorprender.
En palabras de Barreiro, la clave está en cuidar la mística y, a la vez, empujar el límite: “El Monumental ha sabido evolucionar con el tiempo, pero siempre manteniendo su esencia. Es un estadio que respira historia en cada rincón”. La frase resume el concepto madre: escalar en infraestructura sin perder el ADN.
De la locura de Liberti al estadio número uno de la región
La historia nació con una apuesta jugada. Antonio Vespucio Liberti vio donde nadie veía: pantanos en Núñez, futuro para River. Aquella idea “loca” de los 30 derivó en un concurso de diseño, la genialidad de Aslan y Ezcurra y un escenario que se inauguró en 1938 ante más de 70 mil personas, con triunfo 3-1 ante Peñarol. La herradura se cerraría en 1958 tras la venta de Enrique Omar Sívori a la Juventus, y el óvalo quedaría inmortalizado.
Décadas más tarde, llegó el empujón mundialista del 78, con mejoras en iluminación y capacidad para ser sede central. Pero el salto cualitativo del siglo XXI fue feroz: entre 2020 y 2022, River metió una obra monumental con césped híbrido, descenso del campo para sumar filas de butacas y una modernización total de accesos, palcos, sonido y pantallas LED. Resultado: más de 84 mil lugares y una experiencia reversionada para el hincha. “Los cambios hicieron que sintiéramos que el club piensa en nosotros. Es una experiencia completamente renovada”, subraya Matías Barreiro.
El coliseo de las grandes noches
El Monumental es escenario de recuerdos que marcan generaciones. La primera Libertadores de River en 1986, la final del Mundial 78 con la Selección Argentina, los homenajes interminables a figuras como Enzo Francescoli, Ariel Ortega y Marcelo Gallardo. Y cómo olvidar el 9 de diciembre de 2018, cuando la casa de Núñez se transformó en una fiesta eterna para celebrar lo que pasó en Madrid. “No solo es importante para River, sino para el fútbol argentino”, dice Barreiro, y cuesta no darle la razón.
Lo que viene: tecnología, experiencia y emoción
El plan que se evalúa incluye un techo retráctil que llevaría al estadio a otra liga, con eventos asegurados durante todo el año y mejor acústica para recitales. La ampliación de hospitalities y zonas premium empuja ingresos sostenibles, clave en el fútbol moderno. Y la frutilla del postre: un museo interactivo que narre la historia del club y del estadio con tecnología inmersiva, ideal para familias, turistas y socios.
River entiende que un estadio grande no alcanza: hay que ofrecer una experiencia a la altura del escudo. De eso se trata el plan, sin perder el pulso de tribuna. Porque el hincha quiere comodidad, pero también quiere cantar cerca del arco. Ese equilibrio será determinante.
Mucho más que fútbol: un polo cultural de alto impacto
El Monumental no solo vibra los fines de semana. Por su escenario pasaron Paul McCartney, The Rolling Stones y Roger Waters, que metió nueve funciones seguidas en 2012. Hoy, el estadio funciona como un verdadero hub: piscina olímpica, gimnasios, murales, salas de trofeos, espacios para eventos y una ubicación privilegiada entre Figueroa Alcorta y Udaondo que lo vuelve postal de la ciudad.
Para Barreiro, la conexión con la gente es innegociable: “El Monumental es donde todos los hinchas nos sentimos en casa. Es el lugar donde celebramos, sufrimos y abrazamos nuestra pasión por River”. Y eso, justamente, es lo que el club busca proteger mientras se anima a soñar con el techo, a elevar estándares y a dejar al estadio listo para la próxima década.
Un faro que no se apaga
A 87 años de su inauguración, el Monumental sigue marcando el rumbo. La visión de Liberti encontró continuadores que le pusieron hormigón, gradas y emoción a un sueño gigante. Con dirigentes como Matías Barreiro empujando la modernización, el coloso de Núñez se proyecta al futuro con la misma convicción que lo levantó sobre antiguos bañados del Río de la Plata. Un templo que crece, sin perder el alma. Un hogar que late cada vez que la pelota rueda. Un símbolo que representa, como pocos, lo que significa River Plate.
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