14 de marzo de 2018: el Día del Miedo

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La historia del Superclásico siempre ha tenido una, entre las tantas que hay, principal polémica: ¿quién tiene «de hijo» a quién? Bueno, polémica para un sector que se niega a reconocer la realidad, intentando taparla con un historial que no define nada.

Quienes estamos en la vereda correcta sabemos bien cómo es la cosa. Más allá de los números y estadísticas, que por cierto nos favorecen, hay una cuestión psicológica, espiritual, física y, por supuesto, futbolística: el miedo.

El miedo. Ese bendito o maldito sentimiento que te hace actuar en consecuencia del mismo, para bien o para mal. En ciertas circunstancias se puede sacar provecho del miedo, pero en el deporte rey sucede todo lo contrario. Una cosa es respetar, otra muy diferente es temer.

Miedo se le puede tener a la muerte, claro está. Y no hace falta estar «enamorado» de la vida porque bien sabemos que la misma puede ser muy complicada, sin embargo, algunos hacemos hasta lo impensado por tratar vivir de la mejor manera posible.

Pero basta de filosofía. Hablemos de fútbol. ¿Qué tiene River? Más finales ganadas, más eliminaciones directas, más mano a mano por copas internacionales, un trío de vueltas olímpicas en su media cancha, incluso mayor cantidad de remontadas en la historia del clásico por excelencia.

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¿Qué tiene voka? Y sí. Tiene miedo. Toda la vida lo tuvo, porque los datos no mienten. En 1986 los descansamos dándoles la vuelta siendo ya campeones, pero en 1994 teníamos todo para definir el torneo local ahí mismo, en su calesita de la calle Brandsen. Y no nos dejaron. Y tuvieron miedo.

Había una vez… un bostero sincero

Hubo un gol que estuvo desaparecido durante décadas enteras, el que ocultaron los bosteros para no dejar ver el robo a mano armada que significó. Siempre fueron ladrones, no obstante, no les importó desempolvar al muerto cuando se vieron opacados por las últimas finales.

Rubén Suñé hizo ese gol en la final de 1976, y fue dicho jugador quien sentenció y afirmó y reafirmó lo siguiente: «La final en Mendoza será la más importante de la historia». Lógicamente lo dijo antes de Madrid, así que imaginen lo que vale tal Copa Libertadores.

Clarito como el agua, ¿verdad? El Chapa Suñé siempre supo que esa definición jugada en cancha de Racing en un campeonato arreglado por Alberto J. Armando no era digna de estar en la cumbre del balompié.

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La final en Mendoza por la Supercopa Argentina, una oda al pánico

Tuvieron que transcurrir casi 40 años para que la justicia se hiciese presente en otra definición directa por un título oficial. El Millonario ya venía de propinarle cachetazo tras cachetazo al equipo del Riachuelo, ampliando la diferencia en los mata-mata, pero faltaba completar este ítem.

El team comandado en ese entonces por Marcelo Gallardo se midió ante el elenco que dirigía Guillermo Barros Schelotto, quien saltaría a la fama por sus ya archiconocidas frases como «Nadie nos supera» y «No tienen pelotas para jugar finales».

Sería el primer enfrentamiento entre ambos de los tantos que hubo en ese añorado 2018 (no perdimos ni un solo clásico). Y sería el inicio del miedo, esa emoción que tuvo su cúspide pocos meses después en el Santiago Bernabéu ante los ojos del planeta entero.

El equipo de Núñez transitaba momentos difíciles en lo futbolístico, con resultados adversos que marcaban una pauta: River iba «de punto» a Mendoza. ¿Todo fue parte de la estrategia? Nunca lo sabremos, pero una cosa es segura: ese 14 de marzo les ganamos con la camiseta.

¿Miedo a vos? El ídolo desaparecido en acción

Lo aniquilamos siempre y con cualquier camiseta, jugando en Argentina, en Brasil y hasta en Europa. Su recuerdo más grato existió gracias a esa «gallinita» que derivó en su expulsión en una serie definida por la lotería de los penales. No hace falta nombrarlo, pero lo haremos porque lo tiene merecido.

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Hablamos del infalible Carlos Tévez. Perdón, del inflamable Carlos Tévez. Quemado en sus ideas, quemado en sus declaraciones, quemado en sus rendimientos contra el Más Grande. No sería la excepción esa noche en la Supercopa Argentina: volvió a tener miedo.

No la vio ni cuadrada, y eso que tuvo tiempo para intentar verla. Fue titular como casi siempre, y perdió como casi siempre. No sirve quejarse por haber tenido pocos minutos en otra final cuando poco antes demostraste no estar a la altura de un duelo de tal magnitud.

Pero bueno, no podemos esperar mucho de alguien que caga en la vereda y se limpia con la mano. La verdad ya quedó escrita en el verde césped y permanecerá así por toda la eternidad, por eso hay que declarar y patentar lo que dice el título de la nota: 14 DE MARZO DE 2018: EL DÍA DEL MIEDO.

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